Por Ivanckaroo Banzai
A la parrilla sabe mejor
Mientras en España flipábamos con las Olimpiadas, nos gustaba el ciclismo porque los españoles ganaban todo, nos aburría la fórmula 1 porque los españoles ni existían y cenábamos con Pérez-Reverte contándonos cómo era la movida en Sarajevo, en Nueva Zelanda se estrenaba una película gore. LA película gore. Sin desmerecer a otros títulos de corte similar como Terroríficamente muertos que ya comentamos en esta santa casa (autobombo), es este Braindead de Peter Jackson el máximo exponente del género: casquería, humor negro, situaciones rebuscadísimas de ¡agh, qué asco!, apariencia de normalidad y tono desenfadado en un mundo absurdo plagado de situaciones que harían vomitar a un forense necrófilo caníbal… con el objetivo de entretener. Muchos de nuestros lectores recordarán las risitas tontas ante las hipnóticas guarradas de los cromos de la pandilla basura o los ¡hala, chaval, parece un moco gigante cuando se puso a la venta el blandiblub. Eso es gore. También lo son supuestamente Holocausto caníbal o Nekromantik, pero servidor las pone en una esquinita cerca de las pseudo-snuff malosas, transgresoras y avant-garde-provocateur-te-lo-juro-por-Steve-Jobs‘.
Desparrame sanguinolento es lo que se podría decir de la película, que vuelve al tono grotesco y de humor asqueroso de Mal Gusto pero multiplicado por cien. Los efectos especiales son todos físicos, y pese a que en ocasiones canten exageradamente, en otras sorprenden por su realismo y audacia; en ambos casos están integrados perfectamente en la gamberrada global.
Nota: 9