Interstellar es la película más ambiciosa de las hechas hasta ahora por Christopher Nolan, pero también una de las más irregulares y torpes. El director norteamericano ha tenido entre sus manos un juguete tan grande que no ha sido capaz de controlarlo completamente. Envuelta su historia en una aparente odisea de ciencia-ficción casi metafísica, Interstellar termina siendo ante todo un drama paterno-filial en el que el amor aparece como la clave para todos los enigmas y problemas de la humanidad.
Además, falla en la construcción de personajes, convirtiendo a muchos de ellos en simples actores (Jessica Chastain, Michael Caine, Casey Affleck, los compañeros de Hathaway y McConaughey en la nave) que salvan con su talento el vacío de sus papeles.
Interstellar no decide qué película quiere ser (con apuntes innecesarios de acción) y tras un inicio prometedor sufre continuos parones cada vez que la cámara apunta a la Tierra con una trama familiar que sobra en todo momento y alcanza su peores momentos en una escena con un montaje paralelo deficiente; problema, el del montaje que sobrevuela todo el metraje y sólo es capaz de brillar en una de las elipsis.
Eso sí, Nolan y su hermano siguen obligando al espectador a una suspensión de la incredulidad enorme en las escenas en que la trama se pone en marcha, en este caso con ese piloto interpretado por McConaughey (que parece recién salido de rodar Elegidos para la gloria) y su relación con la NASA para apuntarse al gran viaje estelar.
NOTA: 6’5