Por Paco Latorre
El principal mérito de la película es que quiere a sus personajes y sabe muy bien que terreno pisa, y el fan fatal ya está rendido nada más aparecer Peter en pantalla. Desde el homenaje, la autoparodia descreída, tanto del vampirismo como mito como de las películas relativas al mismo sin perder el respeto al material, y una inteligencia en el planteamiento de la estructura de la película que era un mortal sin red; la película revitaliza y pone al día la esencia de un subgénero malherido que no solo es cine sino pura cultura en tantos ambages (estética goth, folklore, metafísica de tiralíneas…), como para fallar en el intento tratándose de una comedia. Hacer comedia resulta escandalosamente difícil y más todavía cuando el material de origen viene del reverso, del terror, porque caer en la astracanada zafia, rompiendo el espejo, es lo más sencillo; pero no: Lo que hacemos en las sombras se vale del formato del falso documental para dar una lección de como inflamar hasta lo soberbio una película a base de gags medidos, cuidados y estudiados bajo la tutela de sus referentes; conteniendo bastantes de los momentos más descacharrantes del humor de los últimos años.
NOTA: 8´5