Por Álvaro Tejero
Es fácil imaginarse los motivos que han atraído a Mel Gibson de la historia real del objetor de conciencia y héroe militar de la II Guerra Mundial Desmond Doss. El soldado Doss, miembro de la iglesia adventista del séptimo día, es un personaje lleno de demonios pero de fuertes creencias y capaz de brillar en la oscuridad, un hombre que decidió enfrentarse a la violencia de la guerra sin tocar jamás un arma, introduciéndose en el infierno en la tierra y encontrando en él al Dios celestial.
Gibson vuelve a contar con un personaje principal lleno de pasión, envuelto por un mundo de enorme violencia y que no dudará en enfrentarse al resto de la sociedad en la defensa de sus valores, llegando al sacrificio como una salida viable y loable. Todo ello no hubiera sido posible de no contar con la extraordinaria actuación de Andrew Garfield, que realiza un acto de entrega física y mental que se corresponde con la visión de su director.
Mel Gibson es ya uno de las mejores contadores de historias que existen. Guiando a la audiencia por el camino que quiere, pasando de un género y emoción a otro sin dudar un instante. Con Hasta el último hombre ha alcanzado la perfección.
Nota: 10