Lo vivido el pasado 15 de julio en Lanuza fue una experiencia sensorial casi mística. Ese tipo de noches en el que todo encaja, todo une y todo perdonas. Un sentimiento nuevo que iba naciendo conforme el público, cual nómadas que traía el viento, recorría en un peregrinaje comunal el camino que bordeaba el lago entre montañas. Era la hora del crepúsculo y los poetas preparaban el fuego.
Dicen las crónicas entendidas que más de 4000 personas llenaron el anfiteatro y la cola de coches para acceder al recinto fue kilométrica. Caras conocidas de la promoción musical aragonesa se saludaban y sus miradas cómplices dejaban ver a las claras la importancia de la ocasión. Abajo en el escenario, Gonzalo de la Figuera, como maestro de ceremonias, hacía los honores y anunciaba el cambio de orden de los artistas: Juri Camisasca, como invitado de última hora – palabras textuales – abriría el concierto para Franco Battiato interpretando tres canciones. El supuesto telonero, Bozo Vreco, cerraría la noche.
El polifacético y prolífico artista italiano estuvo acompañado por un cuarteto de cuerda, un pianista y un teclista que interpretaron con precisión un repertorio de temas clásicos, en el que no faltó La Cura, Povera Patria, Prospettiva Nevski, L’animale, E ti vengo a cercare, I treni di Tozeu, La estagione dell’Amore, una magnífica canción de Jacques Brel, Il vecchio amanti, y si la memoria no le traiciona a este humilde servidor, Le nostre anime, inédita y genial canción que da nombre a su último disco recopilatorio. En total unas veinte canciones que seguramente le pareció un tanto ajustado en duración a un público entregado (ya se sabe los festivales y sus tiempos) y al que Franco Battiato supo agradecer, pese al frío y alguna muestra de cansancio, con amabilidad, sensibilidad y un guiño al optimismo en las dos canciones del bis final, Voglio vederti danzare y su famosa versión del Cucurrucú paloma.
Cerró la noche la interesante propuesta del bosnio Bozo Vreco, fusión de músicas tradicionales del Mediterráneo, en concreto el flamenco con el folclore balcánico. Voz, desparpajo y presencia en el escenario no le faltan.