Por Paco Latorre
No es secreto para mis allegados -o sí, porque pocas veces me preguntan por estas cosas- que Jim Jarmusch es uno de mis héroes. Sólo hay dos películas suyas que no me han gustado –Flores rotas, Coffee and cigarettes– y le perdono los ramalazos hipsters -de nuevo Coffe and cigarettes, Sólo los amantes sobreviven– y hasta que salgan Óscar Jaenada y Gael García Bernal en una de sus películas.
Creo que poca gente tiene un gusto tan grande para elegir actores, escenarios, historias y desintoxicar del retruécano que muchas veces el cine conlleva. No voy a llamar a Jarmusch humanista, porque eso me recuerda a Ken Loach y a yo las pelis de ese señor ni con un palo que para algo soy trabajador social y cuando voy al cine quiero cine y no realidad. Me he pasado media vida soñando y fantaseando gracias a las películas y a Jarmusch le debo unos cuantos paseos, aunque su cine sea tan material apriorístico poco dado a la ensoñación por su sencillez. Pero jamás concederé que sus películas no son alimento para ello. He querido ser pelis de Jim Jarmusch y vivir en ellas, y va y resulta que con Paterson hace una película para ser yo. Porque me da la gana, vaya por delante.
Nota: 9